jueves, 4 de junio de 2009

Niños jugando con fuego

Jamás en mi vida había ido a una revisión de examen.
Ayer fui por primera vez a una.
Me quedé a seis puntos de la calificación aprobatoria.
Fue muy feo porque me enteré por internet.

Estaba muy nervioso porque no sabía qué iba a decir.
Un par de amigos me aconsejaron sobre qué mentiras inventar y que excusas usar.
No me convenció mucho la idea de decir mentiras que ni yo me creía.

Con el corazón en mano [sí, me lo arranqué como sacrificio a Chac Mool, ese que siempre está tirando hueva esperando ofrendas en su vasija] entré a la sala de maestros e indagué por el Ing. Lara.
¡Me dijeron que estaba en el baño!

Esperé angustioso por cinco minutos.
Al fin, la revisión se acercaba.
"¿Qué debo decir? ¿Me creerá si invento mentiras?"

A final de cuentas, no dije mucho.
Y mi calificación pasó de un 64 a un 90.
Yo, que tan sólo quería un setenta.

No pude evitar gritar ya estando afuera.
También saqué la lengua.
Seguramente me vi muy estúpido.

En fin.
En la noche tomamos fotos.


4 comentarios:

Alejandra Arévalo dijo...

wow. 90

eso si es tener suerte no mams.

Alejandra Arévalo dijo...

Ese efecto es cuando dejas el lente abierto amigui?

enseñame!

Memorias Educadas dijo...

El poder de la palabra, y ser sumisos, al parecer nos puede llevar muy lejos.

Yo también quiero tomar fotos.

Falocampsis dijo...

Sí, sí.
Mi cámara tiene una función [long shutter] en la que deja el obturador abierto por hasta 15 segundos.
Lo que hago es combinar eso con un flash al principio. Entonces, se captura toda la imagen del flashazo y luego se va capturando la luz que dejes con un encendedor, celular, apéndices luminosos, et cétera.


Sí, la sumisión sobre todo, supongo. En realidad no veo cuál es el problema. "No, que no te dejes que te manden", parece ser una tendencia muy común estos días.