viernes, 15 de mayo de 2009

I.

Yo, que odié todos los males del mundo, que evité ante cualquier cosa el terrible remordimiento y que siempre ante cualquier dificultad mantuve en alto la confianza de que, por los bienes que entregué a mis semejantes, la vida me daría un pago justo pero ¡precisamente, aquí y ahora, en esta maldita cama!, lloro enrabietado y libero mis últimos sollozos ¡¿por qué a mí?! que siempre fui un hombre de bien, jamás deseé ningún mal entonces ¿por qué este Dios me abandona y me lanza mi más grande temor?

Estoy muriendo y eso no es lo que me agobia; me lamento porque sucumbo solitario sin nadie que escuche mis últimas palabras, que me despida hacia lo desconocido... me lamento porque muero sin calidez, estoy muriendo desolado, fallezco sin amor, sin compañía sin alma que me llore.

De haber sabido que me esperaba tan cruel final me habría preocupado más en llenar mi propia vida que la de los demás y viendo esta luz casi cegadora abandono estos pensamientos.

Nada. Me elevo y me disperso... nada.

2 comentarios:

Tony Beel dijo...

Muy muy muy muy bueno!!!

Beatriz. dijo...

Eh, gracias :)