miércoles, 20 de agosto de 2008

Historias de la señora Evangelina, hija de Prudenciano

Cuenta la señora Evangelina que en las noches de luna llena se escondía todo el pueblo en sus casas y ponía llave porque los indios salían de "sus terrenos de ellos" a atrapar hombres y "hacer sus daños". Cuenta que en una ocasión atraparon a una mujer de cabellos largos y con ellos la amarraron y la llevaron arrastrando hasta su aldea. Murió la mujer de sus heridas.

Estaba entonces un niño llamada Prudenciano sentado afuera de su casa cuando llegaron los indios y lo llevaron consigo. Vélo el jefe de los indios, quedó tan impresionado por su belleza que le perdonó la vida.
Largos años pasó Prudenciano aprendiendo el dialecto y costumbres de los indios, pintada su piel prieta y vestido como uno de ellos, sus ojos azules siempre delataron su origen mestizo. Harta confianza le tenía el jefe indio a Prudenciano al pasar el tiempo, que dejó de dormir amarrado a él y lo mandaba sólo por agua. Ya era un hombre joven, y Prudenciano siempre volvía.

Un día paseando por los alrededores de la aldea, vió Prudenciano unos carros y sintió que a ellos pertenecía. Volvió a la aldea con el agua y esperó a que anocheciera.
Estando los indios todos dormidos, salió Prudenciano sigilosamente de su choza y se echó a correr. Corrió toda la noche y al salir la luz del sol, oyó a los caballos de los indios tras de él. Se escondió entonces en una cueva pequeña y de las palabras del mismo Prudenciano se oyó que las pezuñas de un caballo le alcanzaron a pisar los dedos. Los indios maldiciendo, regresaron a la aldea haciéndose a la idea de que el "niño" se había ido.

Corrió Prudenciano 3 días con sus noches los caminos del estado buscando hermanos. Encontró los carros que hacía días había divisado al ir por agua. Con ropa de indio y piel prieta, viéronle los hombres y se prepararon para matarle. Pero el patrón se los impidió y le salvó la vida. Dejaron que se acercara para ver qué quería. Al verle los ojos supieron que aquél no era un indio. Prudenciano comenzó a contar su historia. El patrón lo adoptó como si fuera un hijo puesto que nunca tuvo familia, pero Prudenciano le pidió que le dejara buscar a su verdadera familia. Dijo que provenía de las tierras de Marín. Confundido el Patrón mandó cartas a la marina y no consiguió respuestas.

Después de un tiempo se acordó Prudenciano de Monterrey, aquélla ciudad que quedaba por Marín y se echó a correr de nuevo. Llegó a Monterrey buscando su vieja casa y la encontró. Y le pareció que estaba como la había dejado. Abrió las puertas de dos hojas y vió a su madre sentada en una mecedora. Y ésta le vió y le dijo: "Eres tú, Prudenciano."

2 comentarios:

Tiban dijo...

eres la reencarnación del filosofo de güemez que aun no ha muerto

Ángel L. M. dijo...

Marín! :O

Eso está por mi casa! jaja


Está con madre! Saludos! :)