lunes, 28 de abril de 2008

¿Qué lo inició?

¿Qué lo inició?
Ver esa hermosa carita, esa
sonrisa. Verte directamente a los ojos. Atraparte y envolverte toda con una sola mirada. Haber tocado tu mano y dibujado en tu rostro una sonrisa.
Ver el cielo en la noche y descubrir tu imagen en la luna, ver
las estrellas brillando en lo alto, siempre con menos brillo que tú.
Verte tan solita, verte tan vulnerable.
Y es que el vulnerable soy yo. Vulnerable a tu risita, a tus bromas, a tu silencio. Vulnerable
a tus caricias, al contacto con tus manos; a tu mirada de reojo, a tu mirada fija. Vulnerable por el miedo a perderte; por el miedo a no mirarte, a no escuchar tu risa cada día de mi vida.
Ese terrible miedo me destruye día con día y no me deja seguir con mi vida. Porque yo soy tuyo y tú no eres mía.
Porque a pesar de que es grande lo que siento, no es suficiente para tocar tu corazón y mover ese algo que hace a las personas dejar todo por un futuro incierto y perderse entre sueños y fantasías por la persona que se anhela.
¿Qué lo inició?
Ver siempre en tu cara ese gesto inocente y escuchar tu voz infantil; y saber que eres toda una dama con perfil de niña y un alma madura.
Saber que la inmensidad no es bastante para contener tu carisma y no es la suficiente si quisiera regalártela.
Darte una flor y ni siquiera saber si lo apreciaste, si la has dejado morir, o si sigues cuidando de ella, como yo intento cuidar nuestra amistad.
Darte un poema y saber que para ti es un pedazo de papel, que no tiene más valor que otro regalo cualquiera.
Desear estar al lado tuyo y al mismo tiempo desear renunciar
al verte tan distante. Esa distancia que se ha creado entre nosotros o que nosotros hemos creado por nosotros mismos, que puede sentirse y dolerme y sigue ahí y no tiene planes de marcharse.
¿Qué lo inició?
No sé si ha existido siempre y antes no la veía. O es una barrera que has interpuesto
en mi camino por conquistarte, pues quizás va en contra de tus intereses. Quizás nuestros intereses son distintos y por eso los objetivos no se tornan alcanzables. Y mis estrategias no funcionan y mis tácticas valen gorro. Las necesidades que hay que cubrir en ti y en mí no son iguales y eso hace más difícil cumplir con mis promesas. Me he prometido tantas veces que contigo ni voy a fallar, pero cada minuto que pasa te siento más lejana, te veo marcharte y te siento huirme. Te vas y me dejas sólo con la luz de la luna, que se ha vuelto, como siempre, mi consuelo.

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