miércoles, 14 de enero de 2009

Desde, hasta, ¿qué más da?

Sola, abandonada entre la ropa de mi cuarto, sobre una vieja mesita oxidada, bajo el polvo del olvido que se ha formado por mi causa.
Perdida entre las canciones que no dejo de tararear y los sonidos desafinados que mi hermano le arranca a la guitarra cada vez que la tortura, como si torturar a los demás no fuese suficiente.
Añejándose como el mejor vino, se encuentra mi libreta, mi fiel compañera de recuerdos y segura entretención para mi alma, confidente de momentos y desahogo de mi corazón. Con su pluma guardada en el resorte, justo donde la dejé la última vez. Justo donde quedó el día en que regresaste.
Y es que es tan bonito escribir de sufrimiento. Contrario a lo que pudiera pensarse, desahoga más, se siente más y se goza más al escribir las penas y las tristezas.

Desde que llegaste, no he tenido ni razones ni motivos para escribir. Es por eso que mi libreta está intacta desde entonces.
Desde entonces y hasta hoy que tú te vas.

Gracias por aguardar por mí. Mi amiga.

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